top of page

Los relojes

  • Foto del escritor: Malexba
    Malexba
  • 28 oct
  • 1 Min. de lectura
Hoy me he sentado
a escuchar los relojes.
Cada vez que lo hago,
me siento más alejado
de todo lo que he sido,
de lo que puedo ser.
Sin embargo, no me levanto.
Simplemente sigo escuchando
su andar desacompasado.

Por un lado, el reloj de cuco
que yace en el salón.
Al pasar delante suyo
percibo el rencor que alberga,
pues seguro que aún recuerda
cuando, siendo yo infante,
le arranqué el minutero.
Desde ese día se muestra distante,
temiendo acabar en el trastero,
y sé que anhela venganza
después de semejante ultranza.

Cuando quiero saber la hora exacta
me dirijo a la cocina.
Allí está mi único confidente:
un humilde reloj de horno
que ansía ser clepsidra.
Dice que su fin no le es suficiente,
pues querría el adorno
que ahora le resulta ajeno.
Yo le insisto en sus virtudes:
su andar prudente y discreto,
que le convierten en receptor
de mis sueños y desvelos.
Más es tozudo cual mula,
como cualquier aparato viejo,
e insiste en el sueño imposible
de ser cronómetro añejo.

No obstante, es excepción singular,
pues no todos los relojes
se comportan igual.
Por ejemplo, el del portátil,
chivato inmortal
que incide con su presencia
cuando me trato de concentrar.

Pero el peor de todos
está encerrado en mi dormitorio.
Años ha que le arranqué la batería
buscando huir del compás perentorio
que por las noches me perseguía.
Y aunque su cuerpo yace quieto,
poseía un cartel giratorio
que cual fantasma rota presto
ante la más leve anomalía.

Transcurre de esta manera
el eterno pesar de los días.
Apremiado por la pena,
anegado de melancolía.

ree

Entradas recientes

Ver todo
Todavía

Todavía respiras. Intuyes la luna reflejando tu rostro. Ese campo yermo donde, cada poco, veloces arroyos anhelan una salida. Todavía piensas, explorando alternativas. Posibles alteraciones de todas l

 
 
 

Comentarios


bottom of page