―¡Mañana es el día, le preguntaré si quiere ir el viernes a cenar conmigo!
―Y vuelta la burra al trigo…
―Y si me dice que no, ¡ya está, nada de hacerse mala sangre! Siempre podemos seguir siendo amigos.
―Sí, eso sería una actitud muy madura por tu parte, Arturo
―Esto hay que celebrarlo. ¡Paco, ponnos otra ronda, que yo invito!
―Y dime, ¿no crees que podrías estar vendiendo la piel del oso antes de cazarlo?
―Miki, tan optimista como siempre. Pero esta vez no me vas a aguar la fiesta. Venga, va, ¡por mi valentía y arrojo! ¡Salud!
―¿Y por qué no vas ahora a preguntárselo, Don Agallas? Ya sabes lo que dicen, no dejes para mañana lo que podrías hacer hoy.
―¿Sabes qué? Por una vez, te voy a dar la razón. Deséame suerte.
―Mucha suerte, que te va a hacer falta. Vamos a ver; diez, nueve, ocho, siete…
―Oye Miki, ¿sabes si Andrea se ha ido ya a casa? Es que he dado una vuelta por el bar, pero no la he visto. Y encima, cuándo he ido a preguntarle a sus amigas si había ido al baño o si se había marchado ya, se han reído en mi cara.
―Vaya, esta vez ha sido más rápido de lo habitual.
―¿De qué hablas?
―Pues que siempre acabas haciendo lo mismo, pero el problema es que el oso emigró hace mucho. A Andrea la trasladaron a Madrid hace dos meses, ¿no te acuerdas?
―Hostia, es verdad.
―Y, sinceramente, estoy un poco hasta las narices de tener la misma conversación todas las semanas.
―Joder Miki, lo siento. Se me había vuelto a olvidar.
―Da igual, supongo que ya estoy empezando a acostumbrarme. ¡Paco, otra ronda, que a ésta invito yo!
Comentarios