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Espacio no patrocinado

  • Foto del escritor: Malexba
    Malexba
  • hace 7 días
  • 2 Min. de lectura
El teniente McKillney avanza sólo por la meseta. No le queda más remedio, después del accidente en el pantano de gelatina que acabó con Azabache. Pobre animal, tan fiel y bondadoso incluso en sus momentos finales. Fue el primero en darse cuenta de que se estaban hundiendo, y enseguida lanzó a McKillney disparado para alejarlo del peligro. Que en paz descanse.

La única ruta para llegar al castillo de Bowser, quitando la del maldito pantano, pasa por el bosque de las Winx, donde se dice que mora un peligroso dragón junto a su preciado tesoro: un paquete de Kinder Bueno. Tras una larga caminata, McKillney llega al fin frente a la entrada del bosque. No tiene pérdida, pues un Pikachu convertido en piedra se ubica en la entrada, avisando a posibles visitantes del que pudiera ser su destino. Lleva tanto tiempo allí que se le han caído algunos trozos de la oreja y la cola.

— ¡JUAN, POR EL AMOR DE DIOS! ¡DEJA YA LOS JUGUETES Y VEN A CENAR!

Un gélido grito irrumpe desde las profundidades de la espesura. Parece el antiguo maleficio de alguna de las viejas brujas que allí habitan. Sin embargo, el teniente McKillney es un hombre sin miedo, por lo que saca su machete y comienza a abrirse paso entre los árboles.

— ¡JUAN, HAZ EL FAVOR DE VENIR YA!

De repente, surge de entre las sombras una figura siniestra que se abalanza sobre nuestro héroe. Piel escamosa negra como la noche, grandes ojos verdes que devoran a su presa, y una mandíbula yerma donde sólo habitan lagos de baba azul. No hay duda, es Desdentao, el temido dragón del que hablaban las leyendas. Haciendo uso de sus reflejos, el teniente McKillney logra zafarse del monstruo antes de que lo atrape. Ambos se miran, calculando la distancia que los separa. Mientras la criatura parece sopesar qué movimiento sería más efectivo para acabar con su contrincante, el teniente McKillney ha echado mano de su cinturón, del cual saca un batarang y lo lanza con destreza. Desdentao lo esquiva de un salto y comienza a volar, pero enseguida se percata de que el ataque de su enemigo era simplemente una distracción. El teniente ha aprovechado la oportunidad para ganar metros y está agarrado de su pata, dispuesto a asestar su característico puñetazo dragón. Lo que no se espera es que por su retaguardia se aproxima la cola del dragón a una velocidad vertiginosa. Incapaz de huir, el teniente recibe el golpe y su cabeza sale volando. No obstante, parece como si su cuerpo…

— ¡JUAN JOSÉ, COMO TE LO TENGA QUE REPETIR VERÁS LO QUE ES BUENO!

Vaya parece que las aventuras del teniente McKillney han terminado… ¿O tal vez no? ¡Lo descubriremos la semana que viene!

— ¡Ya voy mamá, que estaba terminando de recoger!

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