De nuevo, la misma estampa de todos los viernes. Jack está practicando escalas con el bajo con la soltura que lo caracteriza. Lo hace para matar el tiempo mientras nos espera y, ya de paso, le sirve también para calentar. Por lo general, es una persona bastante impulsiva y distraída; pero, nada más rasga la primera cuerda, cambia totalmente. Como practica con los ojos cerrados, es casi inmune al titileo del fluorescente, y hasta el ruido de las cañerías parece estar acompasado, siguiéndole el ritmo. Una vez alcanza este estado de trance, cuesta hacerle regresar a la realidad. Supongo que no me queda más remedio que hacer lo de siempre.
Guardo las baquetas en el bolsillo de la chaqueta y me acerco al perchero. Primero cuelgo mi bufanda ocre, procurando dejarla justo por el centro, intentando que las bolitas de ambos extremos caigan a la misma altura. Después, me dispongo a quitarme los guantes. Al observarlos, me doy cuenta de que únicamente queda la mitad del cuero que cubría las yemas del pulgar y el índice, y las partes que aún resisten están tan ajadas que podrían desprenderse en cualquier momento. Solía agitar antes la mano para poder sacar el guante más fácilmente, tirando desde el dedo corazón. No obstante, ahora que ya me conocen, ni siquiera tengo que realizar esta maniobra, pues son ellos mismos los que, en lo que yo considero una muestra de respeto, se separan un poco de la punta de mis dedos, dispuestos a ser sustraídos. Saben que han cumplido su cometido y están ansiosos por regresar a su guarida, dónde sólo les hará falta aguardar por un par de horas, hasta que vuelva a requerir de sus servicios.
Comienzo quitándome el izquierdo haciendo uso de mi mano derecha, para inmediatamente después repetir la acción análoga empleando la siniestra, la cual a su vez está encargada de sostener el guante que acabo de quitarme. Una vez hecho esto, meto ambos en mi bolsillo derecho, para enseguida darme cuenta de lo que acabo de hacer. Tengo la manía de guardar cada uno en su lado correspondiente. Así, cuando salgo a la calle, únicamente me hace falta meter las manos en los bolsillos para ser capaz de ponérmelos sin necesidad de sacarlos. Algo molesto, me veo obligado a sacar él el guante izquierdo para guardarlo en su lugar correspondiente.
Por último, hago un rápido movimiento con el hombro derecho, buscando que el propio peso de las llaves y la cartera hagan deslizar el abrigo a lo largo de mi brazo. Una vez éste se encuentra ya libre, me quito la prenda desde el hombro izquierdo y la cuelgo en el mismo lugar en que está la bufanda.
Concluida la rutinaria ceremonia, me dirijo al escenario donde Jack sigue practicando incansable, sin ser consciente del ritual que acaba de suceder frente a él. Más por instinto y memoria muscular que por otra cosa, logro esquivar los cables y las sillas que pueblan el After Dark hasta llegar a donde está él. Antes de sentarme, cojo las baquetas y, con un movimiento similar al de antes, me quito la chaqueta, pues sé que enseguida me va a estorbar. La doblo con prisa y la dejo debajo de mi taburete.
Ya ni me molesto en intentar llamar su atención y directamente le apago el amplificador. Después de rasgar un par de notas en el bajo y no recibir la esperada respuesta sonora, comienza a fruncir el ceño. Poco a poco, vuelve a ser consciente de su entorno hasta que se decide a medio-abrir el ojo izquierdo, mientras que con la boca dibuja una expresión de inquietud que se acrecienta por momentos. No obstante, cuando se da cuenta de que soy yo el agente extraño que ha interrumpido su meditación, esboza rápidamente una sonrisa:
―¡Hombre Nick, no te había visto entrar!
―Ya me había dado cuenta. ¿Qué, llevas mucho aquí esperando?
―Pues eso depende de la hora que sea. Supongo que llevaré ya un rato, porque en casa no estaba haciendo nada y he preferido venir algo antes para despejarme. ¿Qué es ya, la una?
―Y tres minutos.
―Vaya, ¿has vuelto a meter los guantes en el mismo bolsillo del abrigo?
―¡Déjame en paz!
―Me tomaré eso como un sí.
―Para ya de tomarme el pelo y mira a ver si te ha escrito John. He intentado llamarle antes, pero lo debe de tener apagado.
―¿Ray no viene?
―Hoy le tocaba cerrar, así que podemos ir empezando sin él.
―Así que se está acabando ya el mes. Menos mal, porque andaba algo justo y no me va a venir nada mal cobrar.
―Al menos intenta disimular que no sabes ni el día en el que vives.
―¿Y ser un esclavo del calendario igual que tú? ¡Jamás! Cambiando de tema, acabo de mirar el móvil y no te lo vas a creer…
―¿Otra noche que nos toca practicar sin saxo?
―Yo no lo podría haber dicho mejor.
―¡Te juro que si John vuelve a aparecer algún día por aquí me lo cargo! Bueno, primero le obligaré a practicar durante un par de horitas para ver si se pone al día, y ya después me lo cargo.
―Sabes de sobra que no le hace falta. Yo casi prefiero que no venga y así nos da tiempo a nosotros para ponernos a su nivel. Además, si no viene sólo me toca ignorar tus broncas en vez de las de los dos.
―¡Si nos prestases atención, no me haría falta regañarte siempre! Que la semana pasada no empezamos coordinados, pero tú seguiste tocando la canción entera como si nada.
―Bueno, lo siento. Hoy intentaré estar más atento. ¿Quieres que empecemos con Mirrorball?
―Venga, dale. Un, dos…
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