Nadie podía negar que Ricardo era una persona única en su especie.
Bien fuese por su carácter indómito, que le permitía hacer prevalecer su opinión en cualquier situación y compañía, o por su total y absoluta franqueza, captaba la atención de quienes le rodeaban desde un primer momento. Una vez ya le ibas conociendo, uno se daba cuenta de que esas cualidades suyas eran únicamente la cúspide del iceberg que representaba la personalidad de Ricardo.
Al ser estudiante de medicina, era fácilmente deducible que gozaría de una excelente memoria, pero el hecho de que fuese capaz de relatar eventos que habían ocurrido hace más de diez años como si hubiesen pasado ayer mismo, te hacía darte cuenta de la claridad y concreción de sus recuerdos. Sin lugar a duda, para él permanecían igual de vívidos que el mismo día en que ocurrieron.
Por si eso fuera poco, nunca sabías por dónde te podía salir. Un día estabas hablando tranquilamente con él y de repente te confesaba su pasión incondicional por las capas, o te hablaba de una idea revolucionaria que se le había ocurrido el día anterior. Con Ricardo tenías que estar preparado para cualquier cosa, pues actuar de manera impredecible representaba para él algo cotidiano, como si del acto de respirar se tratase.
Para algunas personas puede resultar más personaje que persona, debido a su carácter estrafalario, pero en ello radica la gracia de su encanto. Pues, si uno no se junta de gente singular como él, ¿por qué razón nos levantamos por las mañanas si no?
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