Nunca me ha gustado conducir.
Es algo que me quedó claro desde mis primeras clases en la autoescuela. Mi parte favorita era el inicio: sube al coche y ajusta el asiento a tu altura, procurando no dar con las rodillas en el volante para que estés a gusto. Acto seguido, coloca el retrovisor de tal manera que puedas ver cualquier cosa que venga por detrás. No olvides hacer lo mismo con los espejos laterales. Una vez te sientas cómodo, ponte el cinturón y prepárate para arrancar.
Por desgracia, ese tiempo de preparación del que gozas los primeros días se va acortando según progresas, hasta que todo el ritual se convierte en un acto casi inconsciente, donde todo se acaba haciendo más por pura costumbre que como medida de seguridad. No obstante, mi principal problema reside en cuanto comenzamos la marcha, forzado a mantener un ritmo constante en el que el más mínimo fallo puede resultar fatal.
Al principio, conducir me traía reminiscencias de cuando tocaba el piano. Aún a día de hoy me sorprendo en ocasiones equiparando ambas actividades. Para empezar, en ambos los pedales es una habilidad que parece darse por hecho, pudiendo estropear una pieza al menor atisbo de descuido. De hecho, cuando observas a una persona inmersa en cualquiera de ambos actos, se tiende a mirar sólo su mitad superior: su agilidad para pasar de primera a segunda en un instante, cómo fija la mirada en la partitura para no perderse, o su postura medio erguida para estar atento ante cualquier cambio que pudiera producirse. De la misma manera, mis clases de conducir se convertían en una mezcolanza de manejar un piano móvil, con el que podías provocar cualquier clase de accidente musical:
– Esta parte es más suave, así que tienes que pulsar la sordina para que no se oiga tanto.
– No, tienes que ser más cuidadoso. Te ha vibrado demasiado el coche al cambiar a segunda. Si lo haces igual en el examen, vas a suspender.
– Acelera más, que vas pisando huevos.
– Esa nota se te ha quedado suelta, mantén el pedal de resonancia durante más tiempo.
– Me parece bien que seas cuidadoso, pero no hace falta que tengas el pie sobre el pedal de freno todo el rato.
– ¿Qué para qué se utiliza el pedal de en medio? Pues prácticamente no se usa, y hay algunos pianos que no lo tienen. Mucha gente que lleva años tocando no lo ha utilizado nunca y sólo con el pedal derecho les basta.
Como ya he dicho, mi principal temor es en carretera. Ese momento en el que empiezas a coger inercia. Yendo por la ciudad no es tanta la sensación de angustia, pues todo va a una velocidad más controlada. Continuas interrupciones, como semáforos o pasos de cebra, que te impiden embalarte para coger un ritmo elevado. En ese momento, el tempo es bajo y cualquier fallo es fácilmente evitable a nada que se preste un mínimo de atención. Pero el escenario cambia al pasar a la autovía. A partir de ese punto, el tráfico te obliga a acelerar. No puedes distanciarte de la velocidad que marca el compás, pues aminorar implicaría chocarse con las corcheas que van antes, y acelerar en demasía haría que desapareciese el silencio de fusa que va después, impidiendo que la pieza respire. Y es lo que me parece más injusto, que la obra respire y yo no. Estar obligado a mantenerme en ese continuo estado de tensión durante toda la interpretación, sabiendo que el más mínimo fallo, cualquier tipo de descuido, puede suponer que el vehículo descarrile y todo se vaya a la mierda.
Echo de menos dormirme en los viajes. Que sean otros quienes interpreten las piezas para que yo pueda escucharlas y disfrutar de ellas. Sin ese yugo de responsabilidad que me oprima. Simplemente contemplar como avanza el paisaje por la ventana según nos movemos, valorar el staccato que acaba de realizar el conductor o poder leer un libro aún a riesgo de la vomitona posterior. Por desgracia, según avanzan los años cada vez quedan menos músicos, y acabas siendo tú el responsable de interpretar las piezas para aquellos que te importan.
En el siguiente concierto que hagamos, serás tú el solista a cargo del piano que alquilemos. Estoy deseando juzgar tu técnica.