―¡Tírate ya, pesado!
La voz proviene de detrás. Al girarme, veo que el que me acaba de gritar eso es un chico de cara redonda, aunque con el esfuerzo del berrido y sus dientes salidos, parece más un jabalí que un niño. Detrás de él hay un chico bajito, flacucho y algo encorvado que decide seguirle el juego:
―¡Eso, que no tenemos todo el día!
Dirige la mirada hacia mí, pero tengo la impresión de que en realidad ni siquiera me ve. Me recuerda a los ratones del laboratorio de ciencias.
―¡O te tiras tú o te tiro yo! ―insiste el chico jabalí―.
Tal vez debería hacerles caso. Más que nada porque el suelo está bastante frío y tengo el culo congelado.
―Oye chico, tampoco te sientas presionado. No tienes por qué hacerlo si no quieres. Pero, al menos, deja pasar a los otros en lo que te lo piensas.
El encargado me dice esto mientras trata de poner un gesto amable, pero su rostro únicamente refleja hastío y una preocupante cantidad de acné.
―Vale, ahora me levanto.
Supongo que es más fácil decirlo que hacerlo. Llevo ya un rato en la misma posición y se me han dormido las piernas. Si a eso le sumamos el vértigo que me ha dado según subía las escaleras, dudo que sea capaz de moverme sin algún tipo de ayuda.
―¿Tú eres tonto o meas pa’ arriba? ¡Que te ha dicho que te levantes!
―Eso intento, pero no puedo. Yo es que soy muy sensible, y al asomarme al tobogán me ha dado vértigo.
―¡Qué vértigo ni qué leches! Tírate ya y deja de dar la barrila.
―Venga, chico, que te ayudo a levantarte ―me dice ya algo harto el encargado del tobogán―.
―¡Yo sí que te voy a ayudar a bajar!
Nada más oír eso, noto cómo un par de manos sudadas me empujan. Justo antes de empezar a descender por el tobogán, cierro los ojos y contengo la respiración. En cuanto noto que estoy rodeado de agua, me doy cuenta de que el suplicio ha terminado. Empiezo a nadar para llegar a la superficie y así poder coger aire. Al abrir los ojos, veo a Alba delante de mí. Su ceño fruncido y esa manera de torcer el labio indican que está claramente molesta conmigo.
―¡Jaime, ya era hora! ¿Qué estabas haciendo?
―Es que había un chico al que le daba cosa tirarse y ha tardado en decidir que al final no se atrevía…
―¡Pues menos mal que era el tobogán de niños! ¿Bueno qué, vamos ahora al amarillo? ¡Ese son ya 4 metros y hasta tiene un looping!
Comentarios